La primavera rosa


Book Description

La población LGBTI mundial ve impotente cómo sus derechos más básicos, en cuanto a orientación sexual o identidad de género, son violados recurrentemente. Este libro conforma un mosaico de las diferentes formas de violencia ejercidas contra la población no heterosexual a lo largo y ancho del planeta: España, México, Brasil, Portugal, África, el mundo islámico o el ciberespacio. Para ello, se analizan desde la legislación de estos países, hasta los productos culturales nacidos desde una oposición al modelo heteropatriarcal imperante. Este volumen forma parte del proyecto de activismo transmedia La Primavera Rosa




Estado de Violencia


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La presente investigación surge de la necesidad de conocer cómo las personas cuya orientación sexual e identidad de género son distintas a la norma cisgénero y heterosexual viven su ciudadanía en Lima Metropolitana. Para poder aproximarnos a la comprensión de esta realidad es importante tener en cuenta algunos elementos que introduciremos a continuación y que estarán presentes a lo largo de este documento. En primer lugar, es importante entender que la construcción histórica del proyecto de Estado-Nación peruano ha tomado en cuenta la garantía de derechos para un sujeto de derecho hegemónico: hombre, blanco, con patrimonio, profesional, cisgénero, heterosexual, casado y católico. Las leyes en nuestro país no han sido pensadas para garantizar derechos a mujeres, personas que no hablan castellano o no forman parte de la cultura occidental, grupos indígenas, afrodescendientes, personas con discapacidades, sectores periféricos, grupos con bajos recursos y sin propiedades a su nombre, y tampoco fueron pensadas para el colectivo LGBTIQ; menos aún se ha pensado en la garantía de derechos a personas en las que concurren todas estas identidades al mismo tiempo. En toda sociedad humana los recursos son limitados, por lo que se establecen formas de redistribución de los mismos bajo principios que ordenan la vida en sociedad. La redistribución de recursos responde a las relaciones de poder que establecen los individuos de dicha sociedad, relaciones que en los países que han sufrido procesos de colonización, como el nuestro, responden a los procesos de diferenciación que han marcado la historia de desigualdad y conlicto que atraviesa nuestro país. Han sido muy pocos los libros de historia oicial y los pensadores que desde la academia han evidenciado cómo las variables de sexualidad y de género constituyen también la construcción de nuestra Nación, pues suele presentarse la historia como marcada por hechos realizados por hombres, entre leyes y guerras, lo cual invisibiliza cómo la posibilidad de acceder a estos recursos está marcada por la desigualdad basada en el género. Bajo la misma lógica, la historia oicial no ha documentado la existencia de personas que diieren de la norma heterosexual, pues es justamente sobre la construcción de la heterosexualidad como norma que se justiica la manutención del poder en manos de sujetos hegemónicos. La hegemonía cisheteronormativa, entonces, es el sistema político y cultural por el cual los sujetos dominantes sustentan su poder (fundamentado en el sistema racista, clasista, machista y homofóbico), mediante la reproducción de sus valores, creencias y objetivos como intereses universales, lo cual naturaliza la desigualdad y la presenta como normal, y permite mantener al resto de individuos dominados bajo el orden social que plantean. En el caso de nuestra ciudad, la construcción de una norma de ciudadanos cisgénero y heterosexuales se ha implementado mediante instituciones como la Iglesia, el sistema médico, las leyes, los medios de comunicación, las prisiones y las escuelas, mediante el constante refuerzo de que la única forma aceptable de existir en el mundo es ser heterosexual y respetar los roles asignados según el género: las mujeres deben ser madres abnegadas y los hombres machos proveedores. Cumplir con esos roles es la única forma de acceder a recursos y garantizar la propia supervivencia, tener una efectiva participación política (por eso tenemos funcionarios públicos LGBTIQ contados con los dedos de la mano), acceder plenamente al derecho a la educación en un espacio seguro, verse representado de forma positiva en los medios de comunicación, acceder a un trabajo digno y a un documento de identidad que te represente, y formar una familia al igual que el resto de ciudadanos y ciudadanas.