Book Description
La fuerza está considerada como una de las cualidades motrices básicas, pues no en vano es el elemento esencial en todas las formas de movimiento humano, ya sea coger un bolígrafo, conducir un coche o levantar pesos colosales. Sin fuerza, estas acciones, o cualquier otra, serían imposibles de realizar. Un detalle que nos sirve para incidir un poco más en el tema, es que la primera recomendación que hacen los médicos a un paciente que haya sufrido una operación que afecte al sistema locomotor, y una vez que ha recuperado cierto grado de movilidad, es que gane fuerza. Sin el grado suficiente de ella en las extremidades inferiores, caderas y sección media no puede haber movimiento. Pero a pesar de que todo esto es harto conocido, hasta hace no demasiado tiempo, apenas dos décadas, el entrenamiento específico de la fuerza entre los deportistas estaba relegado a un segundo plano. Prejuicios absurdos asentados en el desconocimiento, concepciones erróneas o mitos que nada tenían que ver con lo científico eran la causa de esto. A finales del siglo XIX el canadiense Louis Cyr estaba considerado como el hombre más fuerte del mundo. A sus espectáculos acudían miles de espectadores, pero Cyr no era famoso sólo por sus fenomenales exhibiciones de fuerza, sino también por su descomunal tamaño. Su peso corporal rondaba los 140 kilos, lo que daba pie a los detractores del entrenamiento con sobrecargas para atacarle continuamente. Se ponía como ejemplo a los caballos de raza purasangre, alegando que eran los más atléticos de entonces tanto por su agilidad y explosividad, como por su velocidad en carrera. Eran comparados con “los grandes y musculares caballos de tiro”, que “tenían una gran fuerza de arrastre, pero eran mucho más lentos y menos ágiles que sus homólogos más pequeños. Tal corriente de opinión tuvo gran efecto en el público en general porque todo el mundo estaba familiarizado con las habilidades de los caballos y las características de las diferentes razas”. De nada servía que otros forzudos de la época asegurasen que el entrenamiento con pesas ayudaba a mejorar la velocidad. Hubieron de pasar muchos años hasta que se pudo demostrar de modo absolutamente irrefutable que los halterófilos eran los deportistas más rápidos de todos los que participaban en los Juegos Olímpicos. Y aún así todavía quedaron reticentes. Contemplada desde el punto de vista deportivo, la fuerza es una de las variables que más afecta al rendimiento. En la actualidad son contados los deportes en los que sus competidores no llevan a cabo un sistemático y riguroso entrenamiento de fuerza aplicado a su especialidad. Esto es, sin duda, uno de los principales motivos del enorme incremento que han experimentado los registros. Paradójicamente, es en estos momentos cuando los deportes que pueden ser calificados “de fuerza” (levantamientos, lanzamientos) están atravesando sus cotas de popularidad más bajas. No es fácil encontrar razones que justifiquen esto, aunque bien pueden encontrarse en “la pérdida de valor que tiene la fuerza física en la actualidad, tanto en el mundo rural como en el urbano. Esto es porque la fuerza humana ha sido sustituida por la de las máquinas y, por tanto, no supone una forma de ganar estatus ante el resto de la comunidad”. Sin embargo, la fuerza ha sido siempre una cualidad muy apreciada por los pueblos. Las referencias a ello son múltiples y no hay que esforzarse mucho para encontrarlas. Las tenemos en los relatos mitológicos (los trabajos de Hércules) y en la Biblia (las hazañas de Sansón). También hay héroes en los antiguos Juegos Olímpicos cuyo éxito residía en una fuerza física fuera de lo común; tal es el caso de Milón de Crotona. De épocas más recientes, finales del siglo XIX y principios del siglo XX, nos llegan las noticias de hombres como el mencionado Louis Cyr, u otros como Frederick Müller (más conocido como “Eugen Sandow)” o Arthur Saxon, quienes llenaban teatros y salas de fiestas de espectadores deseosos de contemplar sus proezas. Entre ellas se incluían gestos aparentemente imposibles para un hombre, como impedir exclusivamente con los brazos el galope de dos potentes caballos percherones o soportar sobre el abdomen, haciendo de “puente humano”, el paso de un automóvil cargado de personas. También encontramos buenos ejemplos de esta alta estima en que los pueblos tienen a la fuerza en los juegos y deportes tradicionales practicados en diferentes países del mundo. Los encuentros de “Highland Games” escoceses están entre los más conocidos. Hay en ellos diferentes tipos de lanzamientos con implementos muy diversos, que van desde troncos de árbol a piedras, pasando por martillos y artilugios de diferentes tamaños y pesos. Los levantamientos también son una parte principal del espectáculo, con variaciones según la zona y las reglas con las que se regulen estas reuniones. En otros países las piedras son el móvil principal de las pruebas que se hacen en estos festivales. Su levantamiento, lanzamiento o transporte mueve a la competición a naturales de Finlandia, Suiza o Hawai. España no se distingue por sus éxitos en los llamados “deportes de fuerza”. Salvo alguna muy honrosa excepción, los resultados de nuestros compatriotas pasan desapercibidos tanto en halterofilia como en powerlifting o en los lanzamientos de atletismo. El número de competidores en estos deportes tampoco es elevado. A juzgar por las cifras, es evidente que nuestras preferencias se decantan por los juegos (fútbol, baloncesto, balonmano, tenis) o por actividades en las que predomina la resistencia (ciclismo, carreras de media y larga distancia). En este sentido, recuerdo que mientras se estaban disputando los Campeonatos de Europa de atletismo en pista cubierta de 2006 y llegaron las dos primeras medallas para el equipo español (concretamente en 20 kilómetros marcha y en 10.000 metros), estuve repasando con un amigo los pronósticos que se hacían sobre cuántas se podían ganar y en qué especialidades se centraban estas esperanzas: no se vaticinaba ninguna en saltos, velocidad o, ¡ni mucho menos! lanzamientos. En la última jornada, sorprendentemente, Mercedes Chilla ganó el bronce en lanzamiento de jabalina, pero el resto del botín se consiguió en pruebas de medio fondo y fondo. Es, sin duda, un botón de muestra perfecto. Entre los Juegos y Deportes tradicionales que se practican en nuestras comunidades autónomas tampoco abundan esos en los que se podría calificar a la fuerza como de cualidad decisiva, aunque se podría pensar que esta afirmación es cuanto menos dudosa si seguimos a alguno de los autores especializados en estos mismos deportes: “Un hecho que hemos recalcado en esta obra, en varias ocasiones, es la tremenda carga de energía física requerida en cualquiera de las modalidades practicadas. Aun aquellos juegos considerados como de hombres ya maduros, o de sidrería, como los bolos o la toca, difieren de similares de otros países por el tamaño y el peso del objeto a lanzar y por la distancia a que se sitúa el blanco. Son, aparte de juegos de destreza, auténticas pruebas de fuerza que, incluso para jóvenes no habituados, es difícil aguantar”. Es innegable que se necesita fuerza para jugar a los bolos, pero no va a ser ésta la cualidad que más se va a intentar desarrollar si se quiere mejorar en este juego. Tradicionalmente, el levantamiento de pesos ha sido considerado como la máxima expresión de fuerza, pero no es el único deporte que la requiera preferentemente. La “clasificación de deportes de fuerza” varía según el autor, pero las diferencias no suelen ser grandes. “La fuerza muscular puede estar orientada tanto por una aislada preferencia personal (el simple hecho de ser “fuerte”), como también porque el deporte que la persona practica así lo exige. La fuerza muscular ocupa un nivel preferencial especialmente en deportes tales como: a) Levantamiento de potencia. b) Levantamiento olímpico. c) Gimnasia olímpica. d) Saltadores y lanzadores de atletismo. Actividades deportivas en las cuales hay que vencer una oposición determinada. Los Juegos y Deportes Tradicionales españoles que se ajustan a estas exigencias no son muchos, aunque los hay. Todos tenemos en mente la imagen del levantador de piedras vasco o navarro, pero existen pruebas similares en Canarias y Aragón de las que casi nadie ha oído hablar. Algo parecido ocurre con los lanzadores de barra castellanos o aragoneses, o con aquellos que arrastran inmensos bloques de piedra en el País Vasco. En muchas de nuestras regiones podemos encontrar deportes de combate (ya sea cuerpo a cuerpo, como a través de las manos o por medio de cuerdas, palos, etc.) y perfectamente podrían incluirse en este trabajo, pero aunque en ellos se mejora el rendimiento con un buen desarrollo de la fuerza, no tiene porqué ser ésta la cualidad más destacable de un luchador. También son muy populares las competiciones de corte de troncos. El despliegue físico que hacen estos hombres es un auténtico derroche. No carecen de fuerza, desde luego, pero para quien tiene la ocasión de verles en acción pasa desapercibida ante su habilidad con el hacha, la velocidad con que se golpea el tronco o la impresionante resistencia que exhiben y que les permite mantener el ritmo de corte hasta que concluye su actuación. Los Deportes Tradicionales españoles “de fuerza” no están entre los considerados como “de masas”, pero aun así han llamado la atención de alguno de los más acreditados técnicos de nuestro deporte, quién ha destacado la importancia que pueden tener en la búsqueda de los orígenes del entrenamiento de sobrecarga. “En nuestro deporte rural tenemos casos interesantes de trabajo con cargas como en el caso de los fenómenos levantadores de piedra vascos (“arrijasotzales”), los cuales estamos seguros que practicaban este tipo de actividad hace siglos; sin embargo, no tenemos fechas exactas y características concretas de este tipo de trabajo, dado que en general toda la cultura euskaldún tiene precisamente esa laguna: la de la transmisión escrita, ya que las informaciones de generación en generación han llegado más de forma oral que escrita. No obstante, tenemos noticias, por ejemplo, de famosos “palankaris” o lanzadores de barra como Mendizábal, finales del siglo XVIII. Juan Martín Elola, mediados siglo XIX, quien lanzó una palanca de 10 libras a 122 pies. Su hermano Juan llegó a lanzar 170 pies. Resulta evidente que si estudiáramos a fondo el tema, es posible que en España también podríamos encontrar un antecedente remoto del trabajo con cargas en estos levantadores y lanzadores de barra”. También son frecuentes las alusiones, concretamente al Levantamiento de Piedras en Euskadi, entre los historiadores que intentan hallar las raíces de deportes como la halterofilia. “En el País Vasco español hay competiciones de levantamiento de piedras habitualmente, siendo uno de los más grandes campeones el bien conocido campeón de Europa de boxeo del peso pesado José Manuel Ibar Urtain. Procede de una familia de grandes levantadores de piedra – su padre levantaba una piedra de 165 kilos y su hermana levantaba un bloque de 112 kilos varias veces”. Este trabajo no intenta, ni mucho menos, buscar esos posibles antecedentes del levantamiento de peso olímpico o del entrenamiento de sobrecarga. Su objetivo es mucho más modesto e intenta dar a conocer un poco más los deportes de lanzamiento, levantamiento y transporte de pesos encuadrados dentro de “los Juegos y Deportes Tradicionales” practicados en España. Es una selección de especialidades un tanto personal y no coincidente con ninguna de las clasificaciones tipológicas publicadas, pero es evidente que en todas ellas la fuerza hace aparición con una claridad meridiana. Mi interés por los deportes rurales (así se denominaban entonces) y más concretamente por el Levantamiento de Piedras vasco, vino causado por la escasez de información para entrenar el deporte que practicaba a principios de la década de los 80: el powerlifting, un deporte de fuerza. Las espectaculares marcas de los colosos vasco-navarros, algunas de las cuales pude presenciar en directo, me hacían pensar que podíamos beneficiarnos de su experiencia para mejorar las nuestras. Además, las palabras del maestro Carlos Álvarez del Villar dejaban muy claro que estábamos ante algo que, en ningún caso, se podía despreciar. Así se gestó el intento de conocer más a fondo esta práctica ancestral. La experiencia ha merecido la pena. Al igual que el acercamiento posterior a los otros deportes tradicionales “de fuerza”, como el Pulseo de la Piedra, la Alzada de Sacos, el Levantamiento del Arado, el Lanzamiento de Barra, el Arrastre de Piedra y algún otro más. Inicialmente, el entrenamiento de estos deportes era el principal punto de interés. No me sentí defraudado cuando uno de los entrevistados me dijo que no debía esperar nada muy elaborado, ni siquiera algo que se pudiese denominar “entrenamiento”, tratando con deportistas totalmente aficionados como los que me iba a encontrar. Y, en parte, tenía razón. Porque, efectivamente, la mayoría de estas personas practican en su escaso tiempo libre. A veces de manera infrecuente. Pero nadie lanza una barra o levanta una piedra por el mero hecho de hacerlo, ni por salud; quieren lanzar unos centímetros más lejos o levantar una piedra más pesada. Se comparan ya sea con otros, ya sea consigo mismo. Es la esencia del deporte: mejorar. Todo deportista quiere ser si no el mejor, sí mejor. Para ello, y en la medida de sus posibilidades, se esfuerzan cotidianamente. “Otra característica del juego tradicional es que sus participantes no “entrenan” para mejorar, como ocurre en el deporte. Su mejora viene por la participación continuada en competiciones. No se concibe un juego que no tenga una finalidad competitiva y en el que al final no exista un ganador. Sin embargo, a medida que algunos juegos han ido deportivizándose, han aparecido en el mismo los “profesionales” (lanzadores de barra, corredores de “pollos”, jugadores de pelota, etcétera) que participan en diferentes pruebas por los pueblos aragoneses y que sí se entrenan para mejorar en su prueba”. En el Deporte Tradicional no hay entrenadores profesionales, ni médicos, ni psicólogos. Sólo deportistas con tremendas ganas de hacerlo cada vez mejor y dispuestos a compartir sus programas de trabajo y sus experiencias con cualquiera que entienda que le pueden servir de ayuda. Confío en que aquellos que se sientan atraídos por estos deportes, por el deporte en sí, disfruten tanto como yo sabiendo como puede acercarse alguien a lanzar a casi veinte metros una barra de 7,257 Kg., a levantar una piedra cercana a los 330 kilos, o a arrastrar durante media hora un bloque de piedra de 800 kilos. Antes de finalizar tengo que apuntar que, afortunadamente, en ningún momento he estado o me he sentido solo. Además de la inestimable colaboración de todos los deportistas, aficionados y amigos a quienes no ha importado perder su tiempo en explicarme hasta la saciedad lo que ahora veo obvio, he contado con la ayuda de cinco personas sin las cuales esta aventura no habría sido posible. Se trata de Juan Alberto Medina, Pedro Calvo, Juan Chamizo, Fabrizio Soler y María Jesús. Con ellos no tengo que quedar bien, lo que no es obstáculo para que afirme que sin su aportación este trabajo nunca habría llegado a su conclusión. A lo largo de las páginas siguientes vamos a repasar los orígenes de un buen número de Juegos y Deportes Tradicionales de fuerza de entre los que se llevan a cabo en territorio español, así como su evolución, sus pruebas y sus récords, haciendo especial hincapié en sus practicantes y en cómo se preparan para dar lo mejor de sí. Se trata, en suma, de aproximar al lector a una serie de deportistas amateur (pero tan dedicados a lo suyo como el que más) que alcanzan registros muchas veces insospechados y comparables a los que logran los súper profesionales que acaparan las portadas de periódicos y revistas. Deportistas de una pieza que, arañando minutos a su tiempo libre y dinero a su bolsillo, llevan sus especialidades a cotas tales que no pueden por menos que despertar la admiración de cualquiera que les preste un mínimo de atención.