Book Description
Siempre que se saca a relucir el término competición, en la Educación Física escolar se arma un Gran revuelo entre aquellos docentes que la defienden como una manera de motivar a sus alumnos y mantenerlos activos, y aquellos que la desechan por considerar que los valores que comporta no son lo más adecuados, socialmente hablando, para el desarrollo de la personalidad. Del mismo modo, los defensores acérrimos de la coeducación y de los juegos cooperativos son criticados a menudo por considerar que sus actividades carecen del factor competitivo, un plus a modo de incentivo que el ser humano posee por propia naturaleza. Pero el hecho real es que en nuestras clases de Educación Física en los colegios hay cabida para ambos tipos de actividades, y el decantarse de forma extrema por el uso de unas u otras puede llevarnos a la no consecución de uno de nuestros objetivos principales, la educación integral del alumno. Es cierto que la competición es el mejor método para que los niños comparen sus capacidades o cualidades con el resto, pero también lo es que se convierte en un entorno en el que se pueden medir los propios resultados y la mejora realizada con el trabajo individual (sin por ello tener que estar pendientes de la actuación del resto de compañeros). Los juegos y actividades cooperativas, por mucho que nos empeñemos, no dejan al margen este tipo de comparaciones grupales o individuales, precisamente por tratarse de ejecuciones en las que un grupo de individuos deben colaborar hacia un fin común, bien sea todos realizando la misma acción o cada uno una diferente, pero, al fin y al cabo, estamos simplemente ante una suma de capacidades y cualidades individuales. Si una exposición continua a actividades puramente competitivas puede resultar perjudicial para la autoestima de los alumnos “menos capaces” (y con ello vendría la desmotivación y no participación en clase), el desarrollo exclusivo de actividades cooperativas también puede serlo para la de los “más capaces” (que mostrarían el mismo sentimiento de inutilidad y aburrimiento), por lo que resulta lógico pensar que hay que alejarse de ambos extremos y acercarse preferentemente a términos medios en lo que lo primordial sea la participación del alumno y no la naturaleza de las actividades. Así, el planteamiento metodológico del docente se convierte en la pieza clave para mantener la atención e interés de sus alumnos, que son dos de los pilares sobre los que se asienta el trabajo continuo de los mismos, y es de nuestra responsabilidad el saber cuándo convertir un ejercicio o un juego en cooperativo o cuándo llevarlos a cabo de forma competitiva. En este libro les presento la batería de juegos y actividades que más utilizo en mis clases, en campus deportivos y culturales, o en campamentos, precisamente por tratarse de situaciones generales que pueden convertirse fácilmente en un juego cooperativo, en un reto personal, o en una competición entre alumn@s.