Book Description
Se inicia el proceso de reflexión sobre la pedagogía preguntando primero por su relación con lo social e histórico en el contexto del sistema educativo. Todo sistema educativo ha tenido un referente teórico más o menos sistematizado que lo ha justificado o pretendidamente explicado para quienes están viviendo de él o para quienes se identifican plenamente con él. Fue la época que hay que decirlo– estuvo marcada por el discurso marxista. No se hablaba aún de paradigma o de contextualización. En este sentido, lo educativo participaba o formaba parte de la dimensión ideológica del sistema social que envolvía como un gran todo al fenómeno educativo, junto a otros, denominados aparatos con una definida intención –o función, según el lenguaje de entonces– ideológica, es decir, de encubrimiento o velamiento de las verdaderas finalidades que se veían ocultas o sobrepuestas a las reales: económicas o políticas. El derrumbamiento del muro de Berlín se tomó como el gran símbolo de la superación de este enfoque. Pero antes ya había empezado a mostrar su carácter de mera fórmula al intentar explicarlo todo –desde el arte pasando por el mito, la ciencia, o cualquier manifestación cultural . Como el principal oponente a este esquema venía desde el funcionalismo tal como era implementado el positivismo en el campo de las llamadas ciencias sociales– se definieron, por así decir, dos enfoques o marcos teóricos para mirar lo social podríamos hablar también de dos perspectivas que abarcaban tanto lo social como lo científico–. Las investigaciones que se proyectaban sobre todo las que se dirigían a lo social, o en general, a las ciencias humanas, incluyendo en éstas a la sociología tenían o debían seguir uno de estos dos enfoques. (Aunque no tenían aceptación o aprobación institucional sino las que seguían el enfoque positivista. Todavía no se insistía o reconocía que una investigación para ser tal tenía que ser crítica o intentar una emancipación a partir de denunciar relaciones estructurales en lo real). En esta época, principios de la década del ochenta, sin embargo, por la formación filosófica, relevaba un carácter más teórico del asunto como era el histórico. Seguía o me identificaba con el enfoque foucaultiano que consideraba como una matización del esquematismo marxista. Para la educación tenía sugerencias interesantes de lectura e interpretación que permitía relacionar lo social y lo histórico de una manera diferente a la seguida por todos. Traté de relevar el aspecto histórico en la reflexión que había emprendido con respecto a la educación aunque no lograba distinguir en forma nítida lo sistemático e institucional de lo teórico –o las teorías pedagógicas–. Lo teórico en educación se incluía aún dentro de lo ideológico, o sea, lo más superficial que se podía hacer en un estudio en esta época.